jueves, 21 de octubre de 2004

Gracias maestra...

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¡Cuanta paciencia deben tener con los niños de la primera enseñanza elemental, sin dientes, como los viejos, que no pronuncian la erre ni la ese! Ya tose uno, ya otro echa sangre por las narices, uno pierde los zapatos debajo del banco, otro chilla porque se ha pinchado con la pluma, y llora aquél porque ha comprado una plana de segunda por una de primera. ¡Reunir cincuenta en clase, con aquellas manecitas de manteca y tener que enseñar a escribir a todos! Ellos llevan en los bolsillos terrones de azúcar, botones, tapones de botella, ladrillo hecho polvo, toda clase de menudencias, que la maestra les busca, pero que esconden hasta en el calzado. Y nunca están atentos. Un moscardón que entre por las ventanas les pone a todos sobre sí. En el verano llevan a la escuela ciertos insectos que echan a volar y que caen en los tinteros y que despues salpican de tinta las planas.
La maestra tiene que hacer de mamá con ellos, ayudarlos a vestir, cortarles la uñas, recoger las gorras que tiran, cuidar de que no cambien los abrigos, porque si no, despues rabian y chillan. ¡Pobres maestras! ¡Y aún van las mamás a quejarse!
"-Como es, señora, que mi niño ha perdido su pluma? ¿Como es que el mío no aprende nada? ¿Porque no da un premio al mío que sabe tanto? ¿Porque no hace quitar del banco aquel clavo que ha roto los pantalones de mi Pedro?"
Alguna se incomoda con los muchachos, como la maestra de mi hermano, y cuando no puede más, se muerde las uñas por no pegar un cachete; pierde la paciencia, pero después se arrepiente y acaricia al niño a quien ha regañado; echa a un pequeñuelo de la escuela, pero saliéndosele las lágrimas, y desahoga su cólera con los padres que privan de la comida a sus hijos por castigo. La maestra Delcato es joven y alta; viste bien; es morena y viva, y lo hace todo como movida por un resorte; se conmueve por cualquier cosa, y habla entonces con mucha ternura.
- ¿Pero al menos los niños la quieren? - Le pregunto mi madre.
- Mucho - respondió -; pero después, concluído el curso, la mayor parte ni me miran. Cuando están con los profesores, casi se averguenzan de haber estado conmigo, con una maestra. Después de dos años de cuidados, después que se ha querido tanto a un niño, nos entristece separarnos de él; pero se dice una: "¡Oh! Desde ahora en adelante me querrá mucho". Pero pasan las vacaciones, vuelve a la escuela, corremos a su encuentro. "¡Oh, hijo mío!" Y vuelve la cabeza hacia otro lado.
Al decir esto, la maestra se detiene.
- Pero tu no lo harás asi, hermoso - dice después mirando fijamente a mi hermano y besándole -; tu no volverás la cabeza a otro lado, ¿No es verdad? ¿No renegarás a tu pobre amiga?
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Este fragmento de "CORAZON (Diario de un niño)" de Edmundo de Amicis lo dedico a una maestra y luchadora incansable que acaba de partir y de quien aún había mucho que aprender. A mi maestra de primaria Maria Pita Zárate, una de mis guías, una de las piedras de mi base. Gracias por su amor maestra, hasta pronto...

P.D. Este fue el primer libro que leí (de verdad hermoso), adivinen quien me lo recomendó...

2 comentarios:

vero dijo...

sabe que yo tambien lei ese libro, me gusto mucho, casi no recuerdo los fragmentos, pero este me hizo recordar muchas cosas, a mi me lo regalo mi maestra de primaria, creo que a ti tambien?

muy buen libro. saludos

chik Cuore dijo...

Fui vecino de este mundo por un rato
y coincide que tambien tu estas aqui, coincidencias tan extrañas de la vida... tantos mundos, tantos siglos, tanto espacio....

Y COINCIDIR...

wow, vaya sorpresa!!
fue el primer libro serio que compre con mis primeros ahorros y el PRIMERO que lei.

y con esa misma portada!
habia visto la serie en caricaturas y cuando lo vi en un bazar de libros usados sin dudarlo lo compre

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