lunes, 26 de enero de 2009

Alfa y Sigma

Isaura Arriaga salió de su casa una noche cualquiera, siguió una estrella con la idea absurda de que era una guía mística (a quien se le habrá ocurrido antes), no sabía a ciencia cierta lo que seguía, tampoco sabía exactamente lo que buscaba; en realidad poco sabía de nada pero la intuición le reafirmaba cada noche que debía continuar, por las noches caminaba sin detenerse en ningún lugar hasta que estuvo lejos del alcance de familia y conocidos; escaló bardas, espantó amas de casa, destrozó fiestas de cumpleaños, cruzó alambradas, ríos y no se mantuvo en ningún camino trazado; en el día y justo al amanecer se cuestionaba - aunque no demasiado - el porque de su cansancio y el qué de su búsqueda para poco después quedarse dormida en cualquier lugar hasta que la noche caía de nuevo renovando sus ganas de encontrar lo que ni siquiera tenía un nombre.

Las personas supieron de aquella mujer que seguía estrellas y su fama llegó a lugares lejanos mucho más rápido que ella aunque no sin confusiones y leyendas agregadas; de aquel vestido largo y rojo que contaban los primeros que la vieron solo quedaban girones que apenas tapaban su cuerpo y ahora era de color café obscuro como la sangre reseca y muchos vieron en ella a una mujer vampiro, otros pobladores, sobre todo varones, comentaban que era un angel y que como tal andaba desnuda sobre la tierra pero la verdad era que su olor corporal tan fuerte y esa sonrisa bobalicona, propiedad exclusiva de los desquiciados, apartaban a quienes la deseaban y a quienes deseaban descubrir los secretos de su andar; después de cuatro años y medio de caminar por las noches y temblando como una hoja, llegó a aquel lugar donde por primera vez en todo ese tiempo no oyó a lo lejos hablar de ella sino de Alfonso Casas, un cuarentón para ella desconocido que había salido hacía cuatro años y medio de un pueblo tan lejano que hasta el mismo nombre era impronunciable, sin aparente razón y siguiendo una estrella; eso sin duda llamó su atención y después de dormir todo el día en un escondite cercano, al caer la noche, detrás de las paredes de aquellas casas donde no tenían ni perros ni cerdos que siempre la delataban se dedicó a recolectar datos...y logró saber que en algún momento cualquiera Alfonso Casas pasaría por ese mismo lugar. Desde lo alto de uno de los cerros Isaura vigilaba constantemente el pueblo, de día, de noche, bajo la lluvia y matando mosquitos grandes como moscas y abundantes como el polvo; esperó 65 días en los que aterrorizó y luego conquistó a la gente del lugar que al ganarse su confianza le llevaban comida y vestidos usados pero limpios que dejó de rechazar, incluso aceptó bañarse en la plaza del pueblo y fueron necesarios tres días de remojo para removerle la mugre que la cubría como una segunda piel, se supieron sus intenciones y se mantuvo siempre sin dormir para no perder la oportunidad de ver a los ojos a Alfonso y sin embargo la mirada alegre y esperanzada no denotaba sueño sino sueños y al paso de los días de mendiga se transformaba en princesa; tan bella que ni siquiera causaba envidia de las pueblerinas ni el deseo malsano de los hombres sino una especie de reverencia religiosa que cualquiera diría era una especie de histeria colectiva. Se hicieron campamentos en la entrada y la salida del pueblo para que el tal Alfonso no pasara sin ser visto y se mandaban exploradores a los caminos para dar avisos a Isaura a todas horas y el momento llegó sorprendiendo a todos los habitantes en la plaza como en día de feria, con la expectativa por los cielos.

Alfonso Casas apareció en el camino una tarde noche; distante, barbado, apestoso, con esa sonrisa boba y con los ojos brillantes como estrellas, los sonidos desaparecieron por minutos y la gente puso toda su atención y toda su fé en el esperado encuentro...ella se acercó segura y el miró en sus ojos con preguntas sin fin, se revisaron de arriba a abajo poniendo especial atención en los ojos de cada quién, se hicieron entrecerrarlos, ponerlos bizcos, voltear hacia un lado y hacia otro y hacia arriba y hacia abajo; y después de media hora los dos tenían una certeza, al fin se abrazaron con fuerza, Alfonso le dió un beso a Isaura que por la mezcla de la mugre y las lágrimas le dejo una mancha de lodo en la cara y esta lo santiguó; y cuando la gente empezaba a celebrar el éxito de la faena los dos empezaron a caminar en sentidos por completo opuestos, con los ojos brillosos y la sonrisa boba nuevamente en sus rostros. Solo María, la maestra de aquel pueblo se atrevió a preguntar a Isaura lo que pasaba y no recibió respuestas pues ya ella había puesto nuevamente sus ojos en el horizonte; lo intentó con Alfonso y recibió una respuesta simple que parecería demasiado compleja a los pobladores de aquel lugar: "Ella tenía su mirada fija en Sigma Octantis y yo voy siguiendo a Alfa Ursae Minoris"

Ninguno de los dos volvió la vista, no pudieron darse cuenta de que algunas mujeres lloraban por la historia no concretada y que otros habían quedado intrigados por no saber con exactitud el porque de la despedida tan violenta, tampoco se dieron cuenta de que acosaban a la profesora con preguntas y que ésta solo respondía "...así son los que buscan estrellas, difícilmente coinciden en el mismo rumbo..."

Nota del Autor: Para hacerlo más facil de leer y solo por esta ocasión he de decir que Sigma Octantis es la estrella guía en el Polo Sur en tanto que Alfa Ursae Minoris es la estrella polar o estrella guía en el Polo Norte.

2 comentarios:

Gibran Garcia dijo...

Hola Raul, excelente cuento.

Raul David dijo...

Gracias Gibrán...es bueno que te haya gustado.

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