miércoles, 16 de septiembre de 2009

El jaranero...


Don Tomás tiene dos religiones, es católico de domingos pero entre semana su religión es la música a la que ha seguido toda su vida desde niño heredando la pasión por la música jarocha de sus abuelos. Habla poco, no canta ni en los coros, pero toca la jarana con la misma pasión de quien abraza al amor jurado; "La mujer es como la guitarra mijo, si sabes como, la haces sonar bonito" me dice rompiéndo la barrera del silencio que siempre impone a los que observan su ejecución. Sus ojos serios no revelan la música que invade su alma y solo cambian cuando construye pequeñas jaranas para sus nietos. Toca la jarana completamente concentrado en lo que siente, no hay lugar para estímulos que no sean las notas del "chuchumbé"; mueve la caderas con ritmo y golpea la tarima como si con cada paso se sembrara en el recuerdo de sus nietos y manteniendo su cara de seriedad como si no tocara o bailara por diversión sino por el compromiso de dejar un legado. Don Tomás recuerda con emoción la única vez que ha cantado mientras tocaba la jarana; esa noche entre las danzantes estaba doña Margarita, su ahora esposa, con aquel tulipán rojo en su sien y las cejas pobladas adornando sus ojos oscuros; aquel entonces joven Tomás respiró profundo y se dijo a si mismo que se haría notar para llamar la atención de la joven. Vaya si se hizo notar, sus compañeros casi casi ni conocían su voz y al escucharlo cantar aquel son de enamorado a toda voz con las primeras notas un poco desentonadas todos voltearon a verlo y callaron primero, luego uno de ellos se empezó a reír hasta las lágrimas y el son se detuvo unos angustiosos segundos...

Pasó exactamente lo que tenía que pasar...la joven Margarita se enamoró al instante del único joven que permanecía tocando y cantando sin dejar de verla a los ojos mientras el taconeo, aquella jarana solitaria y los latidos del corazón se mezclaban para componer un nuevo son.

0 comentarios:

Publicar un comentario