lunes, 7 de septiembre de 2009

La División del Norte...segundo viaje

En un universo paralelo pertenezco a un trío musical compuesto por una guitarra (Juan), un contrabajo (Quiroga) y mi acordeón; visitamos las mismas cantinas desde hace 2 años y solo dejamos de visitarlas cuando nos asalta el desamor o cuando nos pega la nostalgia, el trío se llama "La división del norte" no en un homenaje a Villa sino en un homenaje a una de las jugadas del destino. Ahí, en ese universo paralelo, vivo en la esperanza de cada día, sin futuro ni pasado, no tengo nombre ni familia; aquí el amor no se busca, se encuentra cada noche en las piernas desnudas de meseras dispuestas, la mayoría de ellas ajadas por los años, desprendidas de la vanidad por efectos del alcohol o de la flacidad de sus muslos por efectos del tiempo que es siempre un juez implacable, entre sus brazos se encuentra la paz del momento, la caricia de la noche y muchas veces la mejor de las amigas.

Juan fue campesino y ganadero, venido a menos cada año que pasa, su padre ya fallecido, fue un hombre trabajador de sol a sol que cometió el error de heredarlo antes de tiempo, antes de que los golpes de la vida lo hicieran madurar y ser mejor persona; de tal suerte que a los tres años de haber heredado rancho y ganado, se encontró solo -fisica y emocionalmente- viajando al norte con dinero prestado, arruinado y desengañado encontró en la guitarra a la fiel compañera de tristezas y alegrías; aprendió a tocarla bastante bien aún a pesar de la carencia de una o dos cuerdas, a pesar de los golpes propios del bohemio...y decidió volver.

Quiroga es un hombre calmado, su grueso bigote y sus ojos de perro triste le dan un aire nostálgico y muy adhoc al estilo de la música que cantamos, su sombrero de fieltro negro con el que oculta su gran calva parece parte de su cuerpo, de vientre abultado y piernas cortas resulta quizás el menos apropiado de nosotros para tocar el contrabajo pero es su talento, el ritmo de los jalones de las gruesas cuerdas es lento como él. Sabemos que es de la sierra de Guerrero y que no tiene familia ni la ha tenido nunca; sabemos que sus ojos de perro triste se transforman en los de un doberman listo para el ataque cuando se enoja, sabemos que podría matar con la misma frialdad con la que se peina el grueso bigote, lo sabemos porque tiene con que hacerlo y nunca nos lo ha contado aunque lo hemos visto clavarse en la bota izquierda una daga vieja como su historia, como los destinos de su familia inexistente, como los deseos de venganza que persisten en el corazón de la sierra de Guerrero...a la que decidió no volver.

Yo...como he dicho antes, no tengo ni nombre ni familia, me dedico a vivir cada día como en una partida eterna de "toma todo", apostando todo al inicio del día y perdiendo o ganando al final del mismo...cuido de Juan y Quiroga, de sus demonios y de si mismos así como ellos cuidan de mí cuando las copas de tequila me empiezan a hacer hablar; nunca lo he entendido...no sé si son mis amigos o si no, no sé si no me dejan hablar porque no les interesa mi historia o si no me dejan hablar porque saben que mi silencio es lo único que tengo como fuente de inspiración. Como todos los que huyen de sí mismos vagué por años, encontré rosas y espinas a mi paso, dejé historias inconclusas y terminé otras y todas ellas inspiraron las canciones que ahora cantamos...y decidí volver.

Y es curioso como se mezclan los caminos; recuerdo cuando los tres nos encontramos en la central norte de autobuses de la ciudad de México, Juan con su guitarra, Quiroga con el enorme contrabajo que llevaba para empeñar y continuar su camino hacia ninguna parte y yo con aquel acordeón -que con el tiempo aprendí a tocar- que me habían dado a cambio de un favor extraño; estábamos sentados bastante cerca, nadie que nos viera al pasar hubiera pensado que no teníamos nada que ver el uno con el otro, empezamos a reír cuando un indigente nos pidió primero y exigió después "la ley del monte"...lentamente Juan empezó a tocar su guitarra y Quiroga se puso de pie en el acto para soportar el contrabajo...yo, me colgué el acordeón al hombro y empecé a cantar una de mis canciones...porque como dice
Facundo Cabral, cuídate del que no canta...porque algo esconde.

Nos vemos en otro universo...

4 comentarios:

Lucia dijo...

jajajajajajaja en serio......

Raul David dijo...

ya sabes...soy un tanto loco.

Lucia dijo...

la locura es atractiva......

Anonymous dijo...

umm lucia ya declarale tu amor al profe jaja

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