lunes, 9 de noviembre de 2009

La vendedora de boletos...

La tarde terminaba y Maria Luisa tenía en el rostro ese gesto tan conocido por sus compañeras de trabajo, tan conocido el gesto como desconocidas sus razones; después de horas sentada o parada atendiendo clientes con prisa, malhumorados, sudados, enfermos, groseros a veces Maria Luisa terminaba el día sonriendo, casi casi riendo sin poder contenerse. El gesto y su negativa a explicar sus motivos le habían causado conflicto con sus compañeras más de una vez; las inseguridades son poderosos enemigos y cada una de ellas hacía teorías sobre el motivo de sus risas, una era "demasiado gorda", otra había llevado un "vestido ridículo", otra más había cambiado un fantástico look por uno "demasiado naco", en fin, que la pobre tenía fama de retraída y estúpida entre quienes ponían sobre la mesa pensamientos que jamás habían pasado por la mente de Maria Luisa. No era retraída, en realidad estaba concentrada todo el día; hacía estadísticas, acomodos, cambios, provocaba retrasos y mentía deliberadamente.

No hacía todo aquello por compulsión sino por un fondo mucho más noble. Maria Luisa había obtenido del universo el don de "encontrador" que servía para encontrar parejas, como las piezas de un enorme memorama; el universo le había dado el poder de leer en los ojos de los demás, de penetrar en sus almas y obtener el deseo oculto, el fin último de la búsqueda; pero no era algo sencillo poseer aquel don, era necesario tomar notas, convencer eficientemente, tener una memoria prodigiosa, trabajar bajo presión y correr riesgos. Pudo haber trabajado en cualquier lugar para ejercer libremente el don regalado pero decidió hacerlo en aquella central de autobuses, al principio fue complicado, ahí los destinos se cruzan rápidos como rayos y su alcance se limita a la sala de espera; sin embargo, a tres años de estar en aquel lugar, había desarrollado habilidades increíbles para cumplir su misión; era capaz de recordar destinos, orígenes, edades, gestos, miradas, pruebas maritales, intenciones ocultas y casi sin tomar más que nota mental de todo aquello.

Esa tarde vió llegar a una mujer altiva, orgullosa pero con los ojos conteniendo lágrimas a punto de desbordarse como ríos; "un boleto a Morelia por favor" pidió. Y María Luisa pudo detectar en su voz la necesidad de ser protegida y no protectora, la necesidad de cobijarse bajo los brazos de alguien más fuerte, más sabio, más humano incluso, más espiritual; revisó sus manos y notó la falta de aro matrimonial pero también se dió cuenta de que esa parte en su dedo era más clara..."divorciada" pensó. "Viaja sola?" preguntó la vendedora de boletos..."Si, siempre viajo sola" respondió; como en cualquier compra de boletos, se verificaron las plazas vacías...María Luisa mintió nuevamente, le dijo que a pesar de ser un día cualquiera, no existían.

"Solo al DF para transbordar a otro que sale a Morelia, pero decídase porque solo queda uno y el carro sale en 5 minutos" dijo en un tono fuerte que había perfeccionado con el tiempo para presionar y convencer...

Siendo la única opción había que tomarla y dió su nombre para comprar el boleto, Maria Luisa hizo el resto, vendió el boleto, le indico repetidas veces la hora de salida y llegada mientras se aseguraba de estar haciendo lo correcto, mientras buscaba motivos para hacerla hablar y escuchar su energía, sus razones; al fin se convenció y le entregó el boleto.

Desde donde estaba podía ver la sala de espera...podía ver a aquel sacerdote desertor que escapaba de la iglesia porque ansiaba dejar de protejer a todos para protejer a solo una persona especial que aún no conocía, divorciado igual que aquella mujer, en busca de un amor más terrenal, mas humano y en quien había detectado un corazón noble capaz de derretir armaduras de orgullo y vanidad.

El también iba al DF, en el asiento contiguo al de la mujer altiva...

"Son más de 8 horas de camino" pensó mientras sonreía...

Una hora después, a punto de terminar su turno atendió a un tipo curioso; mal vestido, cabello largo descuidado y de mirada triste y penetrante; lo vió y volvió a sonreír...

"un momento, ahora lo atiendo, estoy haciendo un corte de caja..." y el asintió con la mirada baja

El tipo esperó pacientemente mientras Maria Luisa ordenaba su escritorio, recogía su bolsa, se aseguraba de que su tarjeta de débito estaba en ella, hacía un par de llamadas y enviaba un mensaje de texto y por último escribía una breve nota para sus compañeras, explicaba los motivos de sus sonrisas y pedía disculpas, no sabía si le creerían y francamente no le interesaba pero al fin lo confiaba, puso el escrito bajo el pisapapel. El hombre miraba al vacío por momentos, no tenía prisa, incluso podríamos decir que era "atemporal", viajaba sin nada más que un back pack; no había rastros de anillos de matrimonio ni sombras que hicieran pensar que antes los hubo...eso sí, había rastros de amores pasados...pero donde no los hay?

"A donde va?" le preguntó algo seria...

"Voy a Puerto Escondido..." respondió distraído

"El autobús sale en 10 minutos, tiene suerte, está prácticamente vacío" dijo ella mientras se aseguraba que eran los únicos dos en la lista.

Tomó sus datos, lo vió a los ojos de nuevo y no necesitó asegurarse de nada más...con toda confianza imprimió el boleto... justo antes de imprimir el suyo con el mismo destino.

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