Me dió mucho gusto ver a Martha, nos conocemos hace muchos años, cuando ella tenía 15 y yo 19, siempre sencilla, bonita, llegó sin una gota de maquillaje a pesar de sus eternas ojeras y su palidez, fresca tanto en su aspecto como en su alma...con esa cualidad para decir cosas precisas, para descubrir los secretos del corazón tan pronto como empiezas a hablar, siempre con el toque de optimismo, de risa que contagia, de sus ganas de cantar, de espontaneidad... A pesar de tener 3 años sin vernos, sentí como si la hubiera saludado el día anterior...esas son las ventajas de las amistades sinceras: son atemporales, independientes de las circunstancias, de los temores, de los anhelos.
Que Dios te guarde amiga...
Que Dios te guarde amiga...
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